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Cuando miró a su alrededor, se dio cuenta de que estaba en un colorido y hermoso campo de flores: el rocío en las hojas, siendo agraciado con la luz del sol, coloridas mariposas y colibríes, pájaros cantando… era un momento tan mágico que Maísa se olvidó que era una simple cucaracha y se sintió como una de esas mágicas criaturas del amanecer. Se sentía feliz, casi realizada, y pensó: “ ¡Guau! se necesita tan poco para ser feliz.”

Inclinándose para sentir el perfume de una flor y al besarla, se encontró con una rastrera y pegajosa criatura. ¿Una oruga? ¡Cielos! La larva, comía la propia hoja en la que se arrastraba. Sintiendo asco por lo que veía, Maísa pensó:

-¡Cielos!, aquí estoy yo, quejándome de mi vida, mientras hay otros que están en situaciones, aún peores, que la mía. Imagínese si todos fuésemos quejarnos de nuestro papel en la naturaleza-.