Sintiendo cierta curiosidad, resolvió observar qué haría aquella criatura.
No tenía nada más que hacer allí, no tenía mucho que limpiar. Todo es muy organizado en la naturaleza cuando los seres humanos no estaban por cerca. Bueno, al menos los que arrojan sus residuos en las calles.
Maísa pensó que podría esperar ahí y no volver a su hábitat natural hasta que termine su vida de cucaracha. ¿Quién sabe La Señora Naturaleza, en la próxima oportunidad, tenga piedad de Maísa y le transforme en una magnífica mariposa? Todo es posible para aquellos que tienen fe.
La criatura continuaba comiendo vorazmente la hoja, la boca más grande que su cabeza, nunca vio un apetito tan voraz. De repente, arrastrándose por encima de una hoja, pasando a otra, se agarra de la parte inferior y empieza a envolverse en una especie de ropa, tejida por ella misma, la crisálida, y queda colgada y atada a la hoja.