“Maísa querida, yo sé cómo te sientes… Aquí es todo muy sucio, pero es justamente por eso que estamos aquí, para limpiar esta suciedad, algunos ya se acostumbraron, pero ellos saben que son esclavos de este sistema creado por los humanos: Ensucian para que otros limpien, no quieren escuchar la voz de la razón, aun pensando que son seres racionales, no saben ellos que si continúan así, en vez de evolucionar, van a retroceder.
“Todo lo que la Señora de la Naturaleza creó, es bueno, mi querida… Nosotros somos maravillosos, crea en esto. Piense en su potencial –continuó Doña Zepherat– y sólo “Ella” puede cambiar su incomodidad con el papel que le dio la naturaleza. Si estás insatisfecha, lo mejor que podrás hacer es hablar con Ella con toda sinceridad. No sirve de nada quejarse, hay que hacer suceder y para que esto sea real debemos ir directamente a la fuente.” –Concluyó la señora Zepherat, una cucaracha con una actitud de comprensión y sabiduría registrada en cada gesto y, en cada palabra pronunciada.
Maísa miró a la bondadosa señora, y un pálido rayo de luz invadió su ser, iluminando el oscuro lugar donde adormecía la pequeñita esperanza de Maísa.