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Usando una semilla de ciruela, como almohada, allí mismo, a la luz de la luna, Maísa se durmió.

Soñaba que estaba siendo llevada por una correntada, como una frágil mariposa marrón.
Al despertar percibió que no era un sueño, que era realidad. La única parte que era sueño era que ella había sido transformada en una mariposa.

Estaba realmente siendo llevada por una correntada. Paró apenas porque se quedó presa al tallo de una flor.

Subiendo por el tallo, aún medio asustada por los golpes, no percibió al principio que donde estaba y dijo:

“¡Ay, ay, ay!, por favor, perdóname, sé que fue mucho atrevimiento de mi parte, la vida es el mejor regalo, si la Señora me hizo así, es porque yo merezco serlo. “Yo me resignaré, seré una cucaracha hasta llegar al final de mi jornada como cucaracha.”